Rocío Jurado nació un 18 de septiembre en Chipiona (Cádiz). Hasta su fallecimiento en 2006 y aún después, Rocío ha sido la mejor embajadora de su pueblo por el mundo. Desde muy niña, comenzó a cantar copla en su casa y fue Rosario, su madre, la primera que supo que aquella niña tenía un talento especial. A los catorce años se marchó a Madrid con ocho mil pesetas que su abuelo le prestó y pronto comenzó a arrasar en los tablaos de la Gran Vía. “La niña de los premios”, la que ganaba concursos y fascinaba a artistas coetáneos, amplió su repertorio de tonadillas con algunos palos del flamenco porque así se lo solicitaban para actuar en ciertos tablaos como El Duende (de Pastora Imperio y Gitanillo de Triana) o Florida Park. De ahí pronto pasó a la televisión, al cine, y a la fama mundial.

Rocío fue siempre mirada con especial cariño desde el otro lado del charco donde además de sus temas folclóricos eran muy esperadas sus baladas románticas. También los sones hispanoamericanos le influirán en su carrera musical. Fue una cantante multidisciplinar y polifacética cuya garganta convertía en oro cualquier cosa que cantara: copla, flamenco, balada e incluso temas de influencia pop. Tras la gran artista, había también una gran mujer. Valiente, arrojada, comprometida y adelantada a su tiempo que vivió el cambio de la dictadura a la democracia en España posicionándose con su actitud en favor de las libertades y el “destape mental” de la sociedad. Con su forma de vestir y las letras de sus canciones apostó por la liberación de la mujer y la conciencia. Rocío, cuya relación de premios es interminable, tiene 150 discos de oro y 63 de platino, ha recibido la medalla de oro de las Bellas Artes y al mérito del trabajo y ha sido considerada la voz del Milenio.